En esta ocasión Huang Di detuvo a Lao Tsé cuando estaba acercándose a una aldea y señaló una choza pobre y combada por los años que se encontraba en sus afueras:
—Hoy pasaremos la noche aquí.
—¿Pero por qué? ¡Siempre hemos evitado las aldeas manteniendo la soledad! ¡Pues la calma de la vida con Tao no debe ser perturbada por el ajetreo de la vida mundana!
—¡Lo que fue bueno en un tiempo, no necesariamente será bueno para siempre! ¡Es un error estar demasiado apegado a ciertas reglas, ya sea en la meditación o en tu vida diaria!
»Pide al dueño de esa casa que te permita pasar la noche allí y conocerás la razón por la que tú y Yo hemos venido aquí. Ha llegado el tiempo de cambiar algo en tu vida. Ahora puedes aprender a ayudar a las personas.
Lao Tsé llamó a la puerta, pero nadie le contestó. Sólo después de un período largo de silencio, él escuchó pasos arrastrados y luego un anciano demacrado abrió la puerta.
Lao Tsé entró y vio a una mujer —evidentemente la esposa de este anciano— sentada junto a la cama de un joven.
Lao Tsé dedujo que este joven era su hijo y que estaba seriamente enfermo.
El anciano que abrió la puerta dijo:
—¡Él es nuestra única esperanza y soporte en la vejez, pero ahora está muriendo! Hemos rezado a todos los dioses que conocemos, hemos invocado a los espíritus de nuestros ancestros, hemos dado todos nuestros ahorros a curanderos, pero nadie ha podido ayudar… ¿Será que el Cielo finalmente ha escuchado nuestras oraciones y tú has venido a salvarlo?
Lao Tsé no esperaba tal recepción y curso de los acontecimientos.
Él se dirigió a Huang Di pidiendo ayuda y escuchó Su respuesta:
—Dale Mi bebida y sumérgete en meditación. Te enseñaré cómo puedes sanar a este joven.
Lao Tsé sacó de su bolsa un vaso con una poción hecha de hierbas de montaña, la cual Huang Di le había enseñado a preparar, se la entregó a los padres y les dijo que le dieran un poco al joven de vez en cuando.
¡Los ancianos agradecían al huésped de tal manera como si el milagro ya hubiera sucedido!
—¿Qué podemos hacer por ti, santo viajero?
—Ahora voy a recurrir a Huang Di para que me ayude en la curación. Si pueden ocuparse de mi burrito, será suficiente.
Entonces Lao Tsé se sumergió en la meditación de la Unión con Huang Di.
Sin embargo, en vez de las instrucciones directas de cómo sanar al joven, Lao Tsé vio de nuevo las imágenes de su pasado. El mundo material desapareció por completo de su percepción.
* * *
Ellos se encontraban nuevamente durante una lección en la sala de conversación.
—¿Por qué Lu no está con nosotros hoy? –preguntó Huang Di.
—Su esposa cayó enferma y él se quedó con ella —respondió uno de los discípulos.
—Pero si él hubiera venido, Tú le habrías ayudado enseñándole cómo sanarla. ¿Qué pasará con ella ahora? —dijo otro.
—¿Ayudarás a la esposa de Lu, Huang Di? — preguntó el tercer discípulo.
—Lo haré, pero no en este mismo momento. ¡Todos los acontecimientos —aflicciones y alegrías— no se presentan en nuestras vidas casualmente, sino de acuerdo con la Voluntad de Tao y por medio de Te! Éstos pueden enseñar muchas cosas a aquel que desea aprender.
»Hasta que uno no aprenda las lecciones de todas estas situaciones, será muy difícil ayudarle.
»Lu sabe mucho acerca de lo Supremo y tomar esa decisión es su derecho. Las consecuencias de lo que él eligió formarán su destino futuro.
»En tanto que una persona esté apegada a otra más que al Infinito Tao, tendrá que permanecer en medio de lo terrenal, en el círculo de nacimientos y muertes.
»Para encontrar la verdadera Inmortalidad, la ternura, el cuidado y la ayuda a otros seres deben obtener otro fundamento: el Tao Primordial y Divino.
»Si uno de ustedes logra ahora convencer a Lu de que su amor por Tao debe ser mas fuerte que el amor por su esposa y si él sigue este consejo y deja lo mundano por la indicación exterior, y no por la decisión interior del alma, entonces situaciones similares se repetirán una y otra vez en su vida.
»¡Es errado empujar a las personas hacia Tao! ¡Cada flor comienza a florecer en su propio tiempo y el fruto también aparece cuando debe aparecer!
»¡Tao tiene toda la paciencia para esperar tal momento en el caso particular de cada alma!
Después de una pausa, Huang Di continuó:
—Ahora tenemos la posibilidad de practicar nuestras habilidades de sanación.
Huang Di señaló con Su Brazo de la Conciencia a un pastor que cayó desde una montaña y dañó sus piernas severamente.
—¡Vamos a visitar este lugar juntos!
En un momento —gracias al Poder de Huang Di— ellos fueron trasladados al lugar en las montañas donde estaba el pastor.
Huang Di se le acercó y pasó Su mano por encima de él. El pastor dejó de gemir y se quedó inmóvil.
—¿Está muerto? —preguntó uno de los discípulos.
—¡No, en absoluto! Miren de cerca. Simplemente, está desmayado. El alma dejó su cuerpo por algún tiempo, pero esto no es la muerte. Desde ahora él no sentirá ningún dolor.
»Examinen su cuerpo con la conciencia y encuentren los lugares de fracturas y de otras lesiones.
Huang Di observaba cómo sus discípulos unían los huesos rotos…
Cuando ellos terminaron, Él dijo:
—Miren, el cuerpo tiene numerosos canales energéticos, a través de los cuales fluye la energía vital. Conecten estos canales en los sitios de las lesiones usando los brazos del alma. Logren que la energía fluya libremente dentro de todos los canales.
Huang Di seguía explicando mientras sus discípulos trabajaban, ¡y media hora después, el pastor ya estaba de pie!
Él comenzó a mirar ansiosamente buscando su rebaño y se asustó un poco al ver a los extraños. Sin embargo, cuando uno de los discípulos le señaló dónde estaban sus cabras, se calmó, dio las gracias con una reverencia y se marchó.
—Huang Di, ¿por qué has hecho que él no recuerde el milagro de sanación?
—Esto no le habría ayudado. Él no se habría hecho mejor por eso, ya que su mente no es capaz de comprender cómo fue sanado.
»Esta lección era para ustedes, no para él.
»Han visto cómo se puede usar el Poder de Te durante la sanación y cuáles son Sus posibilidades.
»¡Al mismo tiempo, deben recordar que no es posible hacerlo sin la Voluntad de Tao!
Ellos regresaron a la sala de conversación de la misma manera milagrosa.
* * *
Aquí les esperaba Lu.
Culpable y triste, él se postró a los pies de Huang Di.
—¡Huang Di, ayúdame! ¡Mi esposa está muy enferma! ¡Ningún remedio puede ayudarla! ¡Sálvala si es posible!
—¡Levántate, Lu! ¡Aún eres mi discípulo! ¡Así que compórtate con dignidad, por favor!
Lu, secándose los ojos, se levantó e hizo un esfuerzo para calmar sus emociones. Finalmente, logró hacerlo y, permaneciendo en un profundo silencio interior, se inclinó ante Huang Di.
—Así es mejor…
»El amor por las criaturas individuales es realmente hermoso, Lu.
»¡No obstante, éste debe ser transformado gradualmente en el Amor Divino, infinito y libre de apegos humanos y convencionalismos!
»¡Tal Amor no conoce barreras! ¡Sus posibilidades son enormes!
»Además, como me has oído decir muchas veces, la muerte del cuerpo no significa despedirse de alguien, ni que su vida ha finalizado. Ahora puedes comprenderlo realmente.
—¡Sí, Huang Di! Mientras estaba esperándote aquí, he comprendido mucho.
—¡Es verdad que has comprendido mucho, y eso es bueno!
»Pero faltaste a la lección de sanación, Lu, y ahora todos debemos repetirla para ti.
»Miren, no necesitamos estar cerca del cuerpo de la persona enferma para sanarla. Simplemente debemos, permaneciendo unidos con la Luz-Poder de los Grandes Te, acercar un Brazo de la Conciencia, desde abajo, al cuerpo de esta persona.
»Aquí está la esposa de Lu…
»¡Actúen con atención! En este momento podemos expulsar de su cuerpo todas las energías afectadas por la enfermedad y reemplazarlas con Luz.
»¡Es la Voluntad de Tao que esto suceda!
* * *
En este momento, Lao Tsé se dio cuenta de que estaba de nuevo en la habitación con el joven enfermo.
—Ahora haz, por ti mismo, lo que ellos hicieron—escuchó la voz de aprobación de Huang Di—. Cuando digo «por ti mismo», quiero decir que tú, como corazón espiritual con tiernos brazos, deberás experimentar el Infinito Poder Divino fluyendo y trabajando a través de ti. ¡No te preocupes! ¡Te ayudaré a comprender qué hacer y cómo!
Lao Tsé se puso a trabajar.
Media hora después, el joven abrió sus ojos y pronunció sus primeras palabras.
Después de esto, sus padres comenzaron a creer en la existencia de los milagros. No eran capaces de realizar cosas mayores todavía. Desde aquel momento en adelante, el amor-admiración por Tao y la gratitud a Huang Di y Lao Tsé llenaban e iluminaban sus vidas.
A la mañana siguiente, Lao Tsé quería dejar la casa donde había sanado por primera vez a una persona, pero Huang Di lo paró:
—A través de ti, los Te prolongaron la vida del cuerpo de este joven. ¡Ahora debes enseñarle algo que Yo te enseñé! ¡Esto es especialmente importante para él, ya que, en caso contrario, este joven se convertirá en un deudor de Tao y Te!
Así Lao Tsé encontró su primer discípulo.
|